5.11.2008

Ahir llegint la premsa


Em vaig trobar aquest text de N'Elisa Mancheño Segarra, de Madrid, una mestra que enguany arribarà a l'edat de jubilació. Aquest fet no hauria de ser més important que cap altre. Però, com que es tracta d'una mestra, trobe que sí que ho és. Per moltíssimes raons, però sobretot per una: la tranquil.litat del treball ben fet... i la satisfacció d'haver "educat" xiquetes i xiquets durant més de 30 (o potser 40) anys llargs. Una vida sencera al servei del poble. Ja m'agradaria pensar (i que així fóra) que els nostres representants polítics a les diverses institucions de l'Estat pogueren dir això mateix quan deixen el seu càrrec públic. I no com sol passar, que estan més preocupats a "cobrar-se" els serveis -i no em féu dir més- en "sucosos" consells d'administració de multinacionals o d'altre tipus. Lamente haver de dir el que dic. Però tristament, moltes vegades, és la pura realitat. Ací teniu el text:




ELISA MANCHEÑO SEGARRA - Madrid


EL PAÍS - Opinión - 10-05-2008


Desde hace 37 años, cada septiembre he esperado con ilusión el comienzo de curso. He ido viendo cambiar uno, otro colegio y los he visto crecer cada día, porque sus aulas se iban enriqueciendo con nuevas alumnas y alumnos de diferentes lugares y características. ¡Qué lejos queda aquella escuela en blanco y negro que conocí en mis primeras clases!Hoy, nuestras aulas están llenas de color y alegría; han pasado de ser recintos cerrados que miraban al despistado y escaso alumno extranjero como digno de caridad, a ser "espacios acogedores" de personas de muchos países y culturas.
Ese cambio lo han logrado los maestros y maestras de la escuela pública española.
En nuestras aulas es normal que, a lo largo del curso escolar y en cualquier momento del año, se vayan incorporando chicos y chicas que tienen que hacer un múltiple esfuerzo: en primer lugar, adaptarse a la clase y a los nuevos contenidos; en segundo lugar, muy importante, conocer nuevos amigos; además, en casi todas las ocasiones, aprender un nuevo idioma, otras costumbres; adaptarse al cambio de residencia (forzada a menudo por motivos muy tristes)...
Todos ellos reciben acogida y ternura, porque todos tienen delante a una maestra o un maestro, a quien lo que más preocupa es comenzar su labor; comenzar su labor con una mesa y en un espacio adecuado para este nuevo amigo; sabe que lo demás vendrá poco a poco, que sus alumnos aprenden a vivir en un mundo plural donde lo importante es adaptarse y acoger, acoger siempre. Sabe que, cada septiembre, se le pide que se divida un poco más, que no haga caso de estadísticas que no siempre sirven porque no tienen en cuenta a la persona y, sobre todo, sabe que lo importante es la riqueza humana que lleves dentro y la capacidad para aprender cada día y en cada momento y situación.
Dentro de esa escuela pública hemos aprendido y hemos aportado lo mejor de cada uno de nosotros; nos hemos apoyado y querido, y cuando alguien no podía más porque la situación era a veces más difícil de lo soportable individualmente, siempre ha habido quien te ha dado la mano y ha tirado de ti.
Hoy me despido: en septiembre no estaré como siempre en la puerta de mi clase esperando al alumnado que me haya correspondido. Me jubilo con la alegría que indica esa palabra -del latín, júbilo-, que es como deben hacerse las cosas, y con la satisfacción inmensa de haber formado parte del colectivo de nuestra escuela pública que es su magisterio.