6.13.2008

De nou amb vosaltres



Avui no tindré cap problema per tal d'escriure i penjar alguna fotografia perquè estic a Gandia (a ca la meua germana). Cal veure quina sort teniu aquelles i aquells que podeu gaudir d'una connexió en condicions a la xarxa. Bé, us deixe algun article d'aquells que considere per a la reflexió.

Dinamitar TV-3 (por nuestro bien) JOAN GARÍ EL PAÍS - 11-12-2007 Se consumó, finalmente: con nocturnidad y alevosía (marca de la casa), la extrema derecha gobernante en Valencia ha cerrado el repetidor de TV-3 en Alicante. Dice el ínclito catedrático Vicente Rambla que los que ven la televisión catalana son "perturbados mentales", así que nada más oportuno que encerrarlos en un frenopático sin salidas de antena. Hay que explicar, por si acaso, que una jocosa pandilla de mayores absolutos viene conjurándose desde hace meses para decidir qué botones podemos pulsar los valencianos en los humildes mandos a distancia de nuestras castas salas de estar. Mis hijos me preguntan, mientras me remojo las barbas, si ya no podrán ver sus programas favoritos en el Canal 33 (el canal con la mejor programación infantil y juvenil de España). Mi más persuasiva didáctica se moviliza inútilmente para explicarles que el mundo va a la deriva, pero hay una lucecita en el Palau de la Generalitat, un farolillo rojo que alumbra el destino de cinco millones de ciudadanos asediados por el frente torvo, tramuntanal de la pérfida Cataluña. Un hombre sostiene el fanal, y su mirada es limpia, aunque simple. Es un líder curioso, que no habla bien el catalán y en cambio en español no se le entiende nada. Este estadista dice que lo de TV-3 es solo una cuestión técnica, pero cuando Madrid concede el multiplex que hace falta para que territorios vecinos compartan sus señales catódicas, entonces el hombrecillo del farol se frota las manos. Madrid ha hablado, en efecto, y Camps ha sonreído. Puede que ésa sea la solución: a cambio de TV-3, la Generalitat podrá seguir pagando vicios a sus amigotes, para que saturen el espectro radioeléctrico con tertulias preconstitucionales, presentadores con clergyman y reposiciones de Crónicas de un pueblo. Como dice un amigo, cada vez que resintonizas la TDT en este desgraciado país el nivel de fascismo ha subido hasta rozar límites insalubres. Tienen sus canales la COPE, Las Provincias e tutti quanti. Quizá ya lo están reclamando la FAES o directamente la Fundación Francisco Franco. Todo bien. Lo importante es que no se oiga a nadie hablar en valenciano (y si alguno se escapa, que le pongan una multa de 300.000 euros, como a Eliseu Climent). Y que quede claro que Zapatero es un desastre y que en la web de la Moncloa pone Benvinguts, en lugar de su correspondiente racial y ortográficamente adecuado en lengua valenciana. El milhòmens del farolillo habla mucho de esta lengua, pero casi nunca en ella -los matices preposicionales son esenciales. Así las cosas, sigo siendo incapaz de contestar a las demandas de mis hijos. ¿Podremos ver los canales catalanes o no? No sé. Quizá tengan razón ellos, y un canal donde un millón de personas (share mediante) se ríen al unísono de sus dirigentes políticos no puede ser sano. ¿Se imaginan en Canal 9 un programa como Polònia? ¿Se imaginan la sátira semanal a propósito de Camps, de Rambla, de Fabra, de Barberà o de otros tantos doctores horroris causa, como Trinidad Miró o Alfonso Rus? El día que este país se pueda reír libremente de toda esa tropa se acabó el PP. Por eso hay que impedir a toda costa la libertad en las ondas. Fumigar lo catalán. Encerrarse en el búnquer. Colocarse religiosamente la máscara de Juan García Sentandreu (que en paz descanse). ¿TV-3? Donde esté Popular TV, ese canal tan nostre... Provocadores y disciplinantes DE AQUÍ PARA ALLÁ// MARTÍN CASAREGO (PUBLICO) En este mundo lleno de ruido, para destacar hay que hacer las cosas bien, tener suerte y a veces, además, contactos. Claro que, como lo primero es muy difícil, hay quienes toman el atajo del grito. Si tienes suerte y contactos, el grito será amplificado y se superpondrá al ruido. Una sociedad llena de ruido Si alguien se limita a hacer muy bien su trabajo, a menudo, en esta sociedad llena de ruido, eso no es suficiente. Cierto que provocar, insultar, gritar, puede también ser un mérito. Pero depende de qué se diga, y dónde, y cuándo. Para gritar, por ejemplo –sí, admito que el grito puede ser un acto poético y artístico–, “¡Viva el Tibet libre!” en el centro de Pekín, hace falta mucho valor. Para hacerlo en la Plaza Mayor de Madrid, basta con estar muy concienciado. Provocadores En nuestros días, criticar a la Iglesia Católica es facilísimo, en la Plaza Mayor y en cualquier parte: ella misma nos proporciona numerosísimos motivos, y encima sale gratis. No se precisa ni ingenio ni valor. Por eso hay tantos artistas provocadores que lo hacen. A mí me resultan muy aburridos… ¿Por qué cualquiera pinta una Virgen desnuda con un consolador, y muy pocos osan caricaturizar a Mahoma? La respuesta es evidente: reírse de Dios, cuando Dios se llama Alá, puede costar muy caro. Ser valiente es difícil, y los artistas no suelen serlo más que el resto de los mortales. Disciplinantes A veces, sin embargo, hay que reconocer que la Iglesia riza el rizo. La penúltima polémica se debe a una exposición de uno de esos artistas agitadores de conciencias (así se llaman ellos), Alfred Hrdlicka. En La Última Cena, los doce Apóstoles y Jesús, borrachos, parecen protagonizar una orgía homosexual. En La Crucifixión, un verdugo azota a Cristo, a la vez que le agarra los genitales. Hasta aquí, como ven, todo bastante normal y trillado. Lo que hace diferente este asunto es el lugar de la exhibición: el Museo de la Catedral de Viena. Los católicos austriacos y alemanes están indignados, no con el artista, sino con quien ha permitido la exposición, Christoph Schönborn, cardenal de Viena, y tenido por ultraconservador. Quizá lo sea, tanto que es como uno de esos disciplinantes, que se fustigan a sí mismos. Muchos se han ido de la Iglesia por voluntad propia. Parece que a los que aún quedan, la propia Iglesia les quiere echar, y esto sí que es nuevo. De pronto se me ocurre que quizá la verdadera obra de arte, el verdadero happening, sea el del cardenal Schönborn, y nadie -ni el mismísimo Hrdlicka- se ha enterado.