9.11.2014

Educación asfixiante, de Pablo Díaz Fuentes (LEVANTE-EMV, 10/09/2014)


La consellera de Educación ha actuado de manera aparentemente irresponsable, hasta aquí nada nuevo. Decidir que las clases comenzarán el 3 de septiembre ha sido la última de las medidas arbitrarias que ha conseguido rebajar el nivel de nuestra educación (incluso por debajo de donde el señor ministro la ha puesto). Las clases se han iniciado sin planificación por parte del profesorado (imposible con dos días), los centros llevan cerrados todo el mes de agosto (para quien no sepa imaginarse el efecto que esto tiene en la temperatura de un lugar cerrado al sol, piense en su coche) y los alumnos son encerrados en aulas que no soportan el aumento de la ratio de los últimos años, metan a 36 muchachos y muchachas en un minibús recalentado al sol, cierren las puertas y ahí lo tienen. 

No solo resulta preocupante la actuación de unas autoridades que perdieron la brújula hace tiempo. Más alarmante resulta la actuación de nosotros, profesores y profesoras. Quienes mantenemos a nuestros alumnos en las aulas con temperaturas que a las 10 superan los 33 grados, con unos niveles de humedad irrespirables, somos tan irresponsables o más. Se trata de chicos y chicas de entre 11 y 18 años que en muchos casos ni siquiera son conscientes de las precauciones que deben tomarse. Los profesores bebemos agua constantemente, nos refrescamos en los lavabos entre clase y clase, pero la mayoría de ellos no lo hace (incluso hay profesores que se lo impiden porque hay que seguir las normas del centro y olvidan las normas que dicen que hay que velar por la seguridad del alumnado). Han sido ya numerosos los desmayos. 

¿Qué puede esperarse de una sociedad en la que ni siquiera los educadores sabemos cuáles son nuestras obligaciones? Nuestra obligación no puede ser obedecer normas que aplastan los derechos fundamentales de nuestros alumnos, porque el derecho a la salud es más importante que cualquier norma o medida de quienes ostentan el poder. Es preocupante que incluso los profesores encargados de formar el futuro de nuestra sociedad hayamos olvidado reflexionar y actuar críticamente. ¿Y los padres y madres? Les pido a todos mis alumnos y a mis alumnas sinceras disculpas, la primera obligación moral es atender a las necesidades elementales de las personas, no obedecer ciegamente a nadie.