7.12.2017

El Gobierno afronta los primeros síntomas de fatiga: "Bastante tenemos con seguir vivos" de Lucía Méndez (EL PULPITO LAICO)

Superados los primeros meses del segundo mandato de Rajoy algunos observadores empiezan a entrever cierto «cansancio psicológico y político». Más allá de evitar el polvorín catalán y aprobar los Presupuestos, la acción política es inexistente.





El Gobierno de Mariano Rajoy ha cumplido ocho meses y aparece aquejado de cierta fatiga política. Su minoría en el Congreso, la presión sostenida de los grupos de la oposición, el veneno de los escándalos de corrupción y las propias hechuras de un Gabinete montado básicamente sobre los restos del anterior de la mayoría absoluta dibujan un Poder Ejecutivo sin capacidad para la iniciativa política. Al albur de los acontecimientos de cada día y de la agenda que le marcan desde fuera.
La bajada de la marea de los tiempos revueltos de la depresión económica arroja a la playa de la actualidad, de vez en cuando, los restos de viejos rencores y cuitas de la familia política de Mariano Rajoy. La vendetta de José Manuel Soria contra Cristóbal Montorodesvelada por EL MUNDO es un síntoma de que los amigos que el presidente dejó en la estacada no acaban de asumir en calma su realidad de ex políticos.
El presidente del Gobierno desactivó al inquieto grupo (G-5) constituido por sus amigos para servir de valladar al poder de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, y uno de los miembros del club, José Manuel Soria, aún sigue sangrando por esa herida. Los que aún frecuentan su compañía hablan de un hombre solo y dolido, que se siente víctima de la cacería desatada contra él por Cristóbal Montoro, que sigue en el Gobierno dispuesto a batir el récord de permanencia en el Ministerio de Hacienda, gracias al respaldo incondicional de Rajoy. «Son cosas que pasan cuando un Gobierno tiene más pasado por detrás que futuro por delante», asegura un destacado miembro del PP.
Precisamente aquí descansa el nudo gordiano del «cansancio psicológico y político» que algunos observadores internos aprecian en estos primeros meses del segundo mandato de Rajoy. En la renuncia del presidente a concebir un Gobierno de refresco, capaz de imprimir un nuevo impulso político y reformista, más allá de la gestión burocrática y administrativa. Los esfuerzos del Ejecutivo se centran (al 50%) en la aprobación de los Presupuestos y en evitar el estallido del polvorín catalán. Lo primero lo ha solventado con un reparto de dinero fresco para satisfacer a los grupos que tienen que respaldar el techo de gasto: Ciudadanos, PNV y los diputados canarios. El conflicto de Cataluña lo encara con recursos legales. Más allá, la actuación política del Ejecutivo está inédita.


Nadie en el Ejecutivo quiere asomar la cabeza ni meter la pata
Este diario ha consultado con personas relevantes del Gobierno y del PP para pulsar el estado de salud política del Ejecutivo que preside Mariano Rajoy. Sus reflexiones describen un marco limitado de actuación en una legislatura que avanza por los pelos. Con estabilidad económica, pero sin reformas políticas. Y con el miedo de los ministros a la reprobación parlamentaria como telón de fondo de su gestión. Nadie quiere asomar la cabeza ni meter la pata. Por eso el ministro más visible es Cristóbal Montoro, que no puede ser reprobado porque ya lo ha sido. Y a quien la satisfacción del cargo le compensa de otros disgustos. En los cajones de los ministerios esperan iniciativas legales que no ven la luz porque los altos cargos no quieren exponerse a los revolcones parlamentarios. Ante la duda de si los proyectos pendientes podrán ser tramitados con éxito en las Cámaras, sostienen los secretarios de Estado, más vale no meterse en líos. Una recomendación que el presidente Rajoy ha elevado a la categoría de las bellas artes de la política española.
Así ven al Gobierno los dirigentes consultados por este diario.
«Nos espera un septiembre complicado. Es una paradoja que la fortaleza de la recuperación económica no vaya acompañada de un aumento del crédito político del PP. Las encuestas de intención de voto reflejan una contracción de los nuestros. El impacto de la corrupción está siendo demoledor para el Gobierno. Mientras había miedo a una alternativa de izquierda radical, la economía era un factor de estabilidad. Ahora, cuando la situación económica remonta, podría suceder que muchos ciudadanos empiecen a pensar que un Gobierno acosado por la corrupción es un problema para que la economía vaya a mejor y la recuperación se consolide. Hay un cierto desgaste psicológico que se traduce en fatiga política. Este Gobierno es heredero del año agónico electoral. Rajoy creyó que había ganado por goleada el partido, pero aún tenía que jugar el segundo partido y ha salido al campo con los mismos jugadores cansados. Y ante una parte de la opinión pública, el Gobierno sigue apareciendo como lejos de la realidad de la calle».


"Bastante tenemos con seguir vivos con la minoría parlamentaria y la corrupción"
«Es un Gobierno sin frescura ni recambio, las áreas fundamentales las siguen llevando las mismas personas, que tienen mucho plomo en las alas. Su actuación política es limitada, porque tiene mucho por detrás y poco por delante. El asedio de la corrupción condiciona bastante. Lo peor no es la comisión de investigación parlamentaria, sino las comisiones de investigación que funcionan cada día en los juzgados. Y psicológicamente, resulta difícil de asumir pasar de una mayoría absoluta a una minoría que no permite aprobar leyes».
«Veo al Gobierno un poco soso, aunque no cansado. Sí con una sensación de labor de burócratas. Un grupo de soldados disciplinados que se dedican únicamente a obedecer al jefe. No existe mucho pulso político porque no puede haberlo. Gestionamos la minoría de Gobierno más exigua de la historia de la democracia. Y bastante tenemos con salir vivos de esta. Los ministros no pueden enviar proyectos de ley al Congreso, porque están demasiado ocupados en defenderse de la mayoría del Congreso que tiene capacidad para reprobarlos».


"La comunicación no la lleva Méndez de Vigo, sino el PP y el grupo del Congreso"
«Se aprecia un temor a hacer política, miedo a meter la pata, a asumir riesgos. Y lo que sale adelante es porque se implica personalmente Rajoy, como la negociación de los Presupuestos. La política la hace él. Trabaja bien las relaciones personales con Rivera, el PNV, los canarios. Los ministros están aquejados del miedo a la reprobación. Nadie quiere ser reprobado. El miedo paraliza y se traduce, lógicamente, en una falta de impulso e iniciativa políticas. El partido, sin embargo, ha recuperado pulso. Aunque la secretaria general apenas tiene tiempo de ocuparse en su labor de visitar a todas las tropas que tenemos en el extranjero. La comunicación del Gobierno, por ejemplo, la llevan el partido y el grupo parlamentario. Íñigo Méndez de Vigo está más preocupado por salir indemne de las ruedas de prensa de los viernes que por trasladar mensajes políticos. Y hay ministros nuevos, como Dolors Montserrat, que metieron la pata una vez y no han vuelto a salir. Pero las reglas del juego de la política incluyen que si te ponen en primera línea, tienes que estar dispuesto a desgastarte».
«Puede parecer, en efecto, que no hay acción política. Pero la situación es muy difícil. Tenemos un socio, Ciudadanos, débil, asustadizo, que no soporta la presión, que no asume compromisos más allá de lo mínimo imprescindible. Aun así, lo más relevante es que la figura de Rajoy ha salido reforzada de todos y cada uno de los debates parlamentarios. Se está fortaleciendo su perfil de líder internacional, cada vez más sólido. Hay una concentración de todo el impulso político en la figura del presidente. El acuerdo más relevante, el único relevante, para la duración de la legislatura, es el presupuestario. Y ahí no se han ahorrado ningún tipo de esfuerzos. La estrategia en Cataluña es un acierto. Los independentistas buscan el error del Gobierno, una respuesta desproporcionada, que alguien salga herido para montar un escándalo internacional. Rajoy les está ganando por agotamiento. El nacionalismo seguirá deteriorándose. Las clases medias que representaba CiU se sienten huérfanas. Y si Rajoy tuviera que adoptar una medida que parezca drástica, es porque se habrá quedado sin alternativa».